No cabe duda que somos esclavos del lugar y el tiempo en que nacimos, de alguna manera, al nacer en determinado lugar tenemos una herencia de costumbres y conocimientos propios de la zona que es casi imposible de soslayar. Una especie de destino colectivo por el solo hecho de haber nacido en determinado lugar y tiempo. Y lo digo por que yo que casi soy un converso a la filosofía Budista; todavía siento miedo cuando veo películas de terror y demonios. No puedo ver la del Exorcista solo y de noche por que después no puedo dormir. Pero debería de darme risa por que en el budismo no existen los demonios, nadamas los espíritus reencarnando y evolucionando a través de varias vidas.
No se porqué le tenemos miedo a los fantasmas, si nosotros mismos somos espíritus con un cuerpo prestado solo por unos instantes en la eternidad. Una de las formas de entrenamiento en meditación en el budismo es ir a un panteón o a una morgue para ser mas exactos, algo macabro para nosotros los occidentales, tal vez por influencia de las películas de terror o por nuestras propias costumbres sobre los muertos y el mas allá. Pero en el budismo es solo para demostrarnos a nosotros mismos que no nos identifiquemos con nuestro cuerpo, ya que solo es un vehículo al que abandonaremos al morir para entrar a otro en la próxima vida.
De alguna manera los fantasmas confirman nuestra verdadera naturaleza espiritual; nunca en mi vida he visto uno, pero si lograra verlo, mi mente occidental tal vez haría que me desmayara del miedo, o por lo menos que me pusiera pálido y empezara a temblar. Eso sería como un síntoma de que todavía no acepto mi inminente mortalidad, y que todavía soy un Budista de dientes pa’fuera. Otra de las prácticas para liberarnos es pensar en nuestra propia muerte, imaginar nuestro propio cuerpo como un cadáver, Es fácil imaginarlo en otros, pero el propio si que duele.
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